¿Por qué cada día se habla más de la inestabilidad mental de Trump?



A finales de la semana pasada, el primer encontronazo de esta racha lo tuvo con el Secretario de Estado Rex Tillerson, quien lo habría calificado de imbécil. En una reunión con sus asesores de seguridad, el Secretario de Defensa y el Secretario de Estado, Trump habría dicho que los EE.UU. debían multiplicar por diez sus armas nucleares. Los secretarios y asesores lo contradijeron y le explicaron que ese aumento no sólo era innecesario, sino contraproducente, ya que reanimaría la carrera armamentista de países como Rusia, China, Irán y Corea del Norte. Sí, al final de la reunión, cuando Trump abandonó el salón, Tillerson lo habría calificado de imbécil.


La cadena NBC publicó esta información que, de inmediato, fue reproducida por otros medios. Se dijo que Trump ya venía molesto con el Secretario de Estado por rumores de deslealtad por parte del servicio exterior. Además, por considerar que sus aproximaciones a la política exterior son demasiado tradicionales y sus posiciones, un tanto blandas. Trump calificó a NBC de cadena mentirosa, y la amenazó con revocarle su licencia, cosa que normalmente un Presidente no puede hacer.



De todas formas y, a manera de sacada de clavo contra Tillerson, mientras éste estaba en China en misión oficial, hablando, entre otros temas, sobre la estrategia a seguir frente a Corea del Norte y a Kim Jong Un, el Presidente Trump lo mandó a callar. Tillerson había declarado que estaba en conversaciones con ese régimen.

Por Twitter, Trump contradijo su postura y señaló: “Le dije a Rex Tillerson, nuestro maravilloso Secretario de Estado, que está malgastando su tiempo tratando de negociar con el Pequeño Hombre Cohete” (el sobrenombre que le aplica a Kim). “Ahorra tu energía Rex, haremos lo que tiene que hacerse”, añadió.

A partir de ese momento, los rumores en la Casa Blanca y en otros círculos del gobierno y de los medios se intensificaron respecto a que los días de Tillerson como Secretario de Estado estarían contados. Ya sea porque Tillerson, fatigado con las salidas y los errores de Trump renuncie, o que Trump lo despida.


Sin embargo, ante esos rumores y habiendo apenas asumido el cargo de jefe de la diplomacia en febrero, Tillerson se mostró decidido a no pasar a la historia como “Rex el Breve”.  Se apresuró a dar declaraciones frente a los medios, para negar que fuera a renunciar. Como dijeron algunos periodistas, besó el anillo de Trump o una parte de su anatomía cuyo nombre no se debe escribir o pronunciar en alto. Fue tan grande su agachada que pareció indigno.

“Ama de este país”, dijo refiriéndose a Trump. “Coloca a los americanos y a América primero. Es inteligente. Exige resultados a donde vaya y pide cuentas a los responsables”. No negó directamente, sin embargo,  que hubiera calificado al Presidente como un imbécil (encargó a su vocera para que ella lo negara). Pero utilizó al pie de la letra la táctica de alimentar el inmenso ego de Trump, descrito acertadamente por el profesor de la Universidad de California, Aaron James, en su libro “Donald Trump, ensayo sobre la imbecilidad”.

En su aparente afán por hacerse perdonar de Trump, Tillerson también alabó públicamente el modelo pendenciero  de política exterior que Trump sigue, a pesar de que en los debates internos en el gobierno lo ha criticado.

Ante las alabanzas, en principio Trump pareció calmarse frente a Tillerson. Sin embargo, el Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, el republicano Bob Corker terció en la discusión y, en declaraciones dadas al New York Times durante el pasado fin de semana, acusó a Trump de estar actuando en el gobierno como si se tratara de un “reality show”, lanzando amenazas irresponsables que nos podrían conducir a la III Guerra Mundial. “Trump me preocupa”, dijo Corker, así como “debería preocupar a todo aquel que se interesa por nuestra nación.” Desde mi perspectiva, afirmó, Tillerson se encuentra en una situación enormemente frustrante. Como si lo anterior fuera poco, añadió que los Secretarios de Defensa y de Estado y el jefe de gabinete eran las personas que protegían al país del caos.

El diario New York Times, en un editorial titulado “El circo de la política exterior de Trump”, afirmó que los secretarios de estado deben ser percibidos como funcionarios “que cuentan con la confianza personal del Presidente, y la influencia para representarlo con autoridad en todo el mundo”... El comportamiento del señor Trump, añadió el editorialista, “sólo ha servido para debilitar al Sr. Tillerson y levantar dudas entre los líderes mundiales acerca de si el refleja las verdaderas intenciones del Presidente”. “Algunos funcionarios encontrarían intolerable tal humillación”, concluyó.

Los rumores sobre la salida de Tillerson volvieron a multiplicarse. Trump trató de hacer las paces y lo invitó a almorzar el martes pasado. La verdad es que la salida de Tillerson le complicaría mucho la vida al Presidente, en momentos en que varios problemas internacionales lucen amenazantes, comenzando por Corea del Norte. La confirmación de un nuevo Secretario de Estado, por parte de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado que, como dije, está presidida por Corker, puede enredarse o, por lo menos, demorarse.

Como si lo anterior fuera poco, Tillerson tiene algunas ventajas: es  bastante cercano a Vladimir Putin, quien lo condecoró con la Orden de la Amistad del gobierno ruso. Tillerson estuvo encargado de negociar con los rusos, a nombre de ExxonMobil, la perforación en el Ártico de pozos avaluados en US$300 billones.  John Hamre, Presidente del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales de Washington DC, ha dicho que  Tillerson "ha interactuado con Vladimir Putin por más tiempo que cualquier otro americano, con la excepción de Henry Kissinger".

También se trata de tú a tú con los jeques de los países árabes. Bajo el liderazgo de Tillerson,  ExxonMobil cooperó estrechamente con Arabia Saudita, el exportador de petróleo más grande del mundo, con Qatar y los Emiratos Árabes Unidos.

Los rumores sobre la salida del Jefe de Gabinete, General Kelly, también fueron divulgadas ampliamente por los medios de comunicación. Fueron tan fuertes que, el General, quien es poco dado a ofrecer declaraciones ante los medios, habló el jueves en la rueda de prensa de la Casa Blanca y negó los rumores. Muy sonriente, tomó el pelo de los periodistas y les dijo: “puedo asegurarles que hoy no saldré de mi cargo. Hoy no renunciaré. Hablé con el Presidente y sé que hoy tampoco me despedirá”. En tono más serio dijo que sus funciones son complejas y su cargo difícil, pero que está feliz haciendo lo que tiene que hacer.

La crisis de personal, al menos por el momento, parece solucionada.

Sin embargo, cada día se habla más de la inestabilidad mental de Donald Trump por parte de comentaristas y psicólogos que nunca lo han examinado, de su ira permanente contra los medios y todo el mundo. “Odio a todos los funcionarios de la Casa Blanca”, habría gritado en uno de sus estallidos que, según fuentes anónimas cercanas a él, se han vuelto cada día más frecuentes. “Parece una fiera enjaulada que culpa a todo el mundo, excepto a sí mismo, por no haber podido pasar todavía una legislación significativa, que responsa a sus promesas de campaña”. Infortunadamente, al terminar esta semana, con una sobre-actividad que no le es característica, comenzó a expedir órdenes ejecutivas sobre migración, el tratado de armas con Irán, el desmonte de varias normas del seguro de salud aprobado por Obama, y otras.

 
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